Cineastas libertarianos III: Howard Hawks, ángel y fiera

Un día después de Navidad murió Howard Hawks, el libertariano puro. Conmemoremos entonces el vigesimoséptimo aniversario de su fallecimiento. Ahora que estamos siendo arrasados por el frío polar es un buen momento para revisitar las cumbres heladas de Sólo los alas tienen alas o, por contraste, la ardiente sabana de Hatari







Libertariano es sinónimo de individualidad radical, de humanismo comprometido con la libertad como valor fundamental, pero también con la verdad y la justicia. El libertariano se sitúa en una atalaya abstracta desde la que intenta comprender la realidad aplicando la razón. Huyendo de cualquier tipo de sentimentalismo, y su correspondencia política: el humanitarismo, parece frío, incluso poco humano. Su distanciamiento irónico con respecto a los sofistas del placer y el pensamiento débil le hacen ser poco popular, ya que no apela ni a la lágrima fácil ni al compadreo de alcohol barato.

Howard Hawks es, según estos parámetros y como decía, el libertariano puro. Maestro en todos los géneros, nos ha dejado películas perfectas en todos ellos. Río rojo en el western, La fiera de mi niña en la comedia, El sueño eterno en el cine negro, Sólo los ángeles tienen alas en la aventura, Los caballeros las prefieren rubias en el musical. Parece increíble pero este todoterreno cinematográfico, el realizador ideal para la producción en cadena de Hollywood, fue capaz de diseñar una personalidad poderosa a través de cualquier circunstancia y tema.

Este patricio, altanero y elegante, configuro un estilo sin concesiones, rápido y preciso, a través del cual construyó un universo de hombres y mujeres dueños de su destino, lúcidos y hermosos, capaces de ignorar su contexto social porque su fuerza interior los hace actuar desde la dimensión eterna de la racionalidad.




Sin concensiones a las justificiaciones espúreas ni a los argumentos torticeros, los personajes de Hawks son atemporales, como entes platónicos, sin perder por ello, al revés, un ápice de carnalidad. Aunque parecen no tener corazón, los individuos hawksianos se mueven por sentimientos, pero nacidos y desarrollados desde el cerebro. Su fuerza reside en la negación de la sensiblería, de la llamada a la tribu. Ni Dios, ni patria, su lema podría ser el de Lucifer “Non serviam” y sólo reconoce la camaradería de las relaciones iguales, en la que la amistad constituye la cima del universo.

El universo de Hawks es el de la profesionalidad, el de la inteligencia sintiente al servicio de unos objetivos superiores. El contexto social constituye una serie de obstáculos que el héroe hawksiano irá sorteando con más o menos éxito, nunca un apoyo para la acción cuya fuerza reside de la integridad moral del protagonista en un universo político corrupto y moralmente miserable. El cinismo de los héroes hawksianos se dirige precisamente contra este contexto social, y le sirve para catapultarse por encima de las miasmas de intereses cruzados que, como una telaraña, intentan ahogarlos. Un cinismo que se transforma, sin grandes alharacas, en todo lo contrario cuando se trata de la amistad. Las amistades más fraternales se encuentran en el cine de Hawks, y se pueden resumir en una de las secuencias más hermosas que se han rodado jamás. En Sólo los ángeles tienen alas, está agonizando Thomas Mitchell y su amigo Cary Grant se inclina para consolarlo en su agonía. Entonces Mitchell le pide que se retire, ya que no quiere que lo vea en ese trágico momento de la muerte. Y con el gesto adusto y la mirada vibrante se retira a un lado (y la cámara con él), respetando el deseo de su amigo. Esta muerte que a algunos les podría parecer fría y distante, me parece el exponente máximo de una individualidad plena y de una relación verdadera.

La dimensión puramente abstracta de Hawks se manifiesta en esa paradoja que describió Bertrand Tavernier: aunque sus protagonistas son hombres de acción están encerrados en un universo estático, en la eterna reproducción de lo mismo, “cualquier película de este cineasta podría quizá describirse como un sistema en que nada se destruye y nada se crea”

Hemos hablado de la amistad viril de los héroes hawksianos. También resulta especial en el amor. Naturalmente este no puede ser empalagoso ni sentimentaloide. Las mujeres hawksianas son las más fuertes y dueñas de su destino que ha dado el cine. También las más bellas y elegantes.



En el contrapunto gozoso con los hombres, ellas resultan ser más inteligentes, más atrevidas. En su matriarcado particular, no exento de crítica, el humor resulta ser un componente intrínseco de la relación amorosa, en el que las mujeres parecen venir de Saturno y los hombres de Jupiter.