Hay diversas historias sobre el Golem (y un fabuloso poema de Borges), la fabricación de una especie de robot en arcilla por parte de un rabino para que ejectuase todas las tareas desagradables. Esa idea de hacer de la tecnología nuestra esclava pero que finalmente en esa dinámica amo-esclavo acaba de enseñorearse de la relación. El que hace quiere mandar. Soy un gran fan de la tecnología pero también aprecio algunos desastres ocasionados por su uso indiscriminado y sin reflexión. Por ejemplo, alumnos que usan la calculadora para sumar dos y dos (menos en Hong Kong); cierre de salas cinematográficas porque resulta más cómodo y barato descargarse las películas para verlas en el salón de casa (lo que puede valer para Alien vs. Predator 2 pero no para Winter Sleep); cambios en la capacidad de concentración y pensamiento, que se hacen más distraídos y superficiales, como argumenta Nicholas Carr (Superficiales); peligro de que queriendo hacer humanos a los robots terminemos siendo los humanos los robotizados, como sostiene Jaron Lanier (Contra el rebaño digital).
PD. Lo peor de los adoradores ciegos de la tecnología es su infantilismo predictivo, tan ingenuo como apocalíptico. Llevan un siglo anunciando el fin de los libros en papel (desde la aparición del fonógrafo) y medio siglo que las máquinas pensarían. Todavía estamos esperando a HAL 9000 (que tendría que haber sido construido allá por 1992)
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